
Y al cabo de dos semanas lo devolvieron a la galería calvo y con una grasienta mancha rojiza en la frente y dos clavijas del tamaño de un botón cosidas una sobre cada ojo. Se ve en sus ojos como le quemaron ahí dentro; tiene los ojos todos llenos de humo y grises y vacíos como fusibles quemados. Ahora se pasa todo el día sosteniendo frente a ese rostro quemado una vieja fotografía y le daba vueltas y más vueltas entre sus fríos dedos, y de tanto manosearla, la fotografía se ha vuelto tan gris como sus ojos, por las dos caras, hasta el punto de que resulta imposible saber que representaba.
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